Curas se santiguan,
el silencio se detiene,
se exhiben desnudas espaldas golpeadas.
Corren vigorosas nalgas
que asedian los insomnios
Sitian,
toman al asalto la decencia
Sin recato,
con una belleza de alma
impertinente
Espuma de marea humana,
de hombría, de femineidad
celebrando el remoto nacimiento
de una España nueva.
Estallan en armonía minerales acordes,
sensualidad y grandeza de los pueblos.
Sin etiquetas,
con la sola visión de la tersura
de un mañana que revelan mejor.
Quebrando protocolos de gestos
artificiosos. Impacientes, ...
Inquietan al rebaño de melindres,
cuyas sinfonías proyectan
perfección de formas “incorruptas”.
Que saben de cánticos, de himnos y alabanzas.
Pero ignoran la tierra, el aire y el rocío.
La censura emergió, engendrada por ellos.
Salieron los tritones de dominación,
avasallantes y con sus caracolas
levantaban más olas, con su altanería,
en el mar de gentes.
Potros concebidos para la elocuencia
que vieron en frente criaturas indomables,
disputándose el orgullo de la resistencia,
golpe a golpe. Soportando
con la entereza de la piedra.
A pleno puño, luchando.
Grabando a martillo y escoplo
exilios de desvergüenzas,
sin retorno.
Pronunciando en idioma inquebrantable
de pueblo oprimido,
gestos de equilibrio, intangibles
huellas del dolor del paro,
que rompen las curvaturas del silencio
estallando en grito que duele.
Mientras, los tritones, cenan
la piel de los olvidos
y el pueblo, dientes de furia,
se lanza bajo los ojos yertos
de la luna.
Cerralba 25 S 2012. Autor Pedro Jesús Cortés Zafra.