Antes de compartir nuestra distancia,
de saber la lejanía de nuestros labios,
había en nuestras manos egoísmos,
mi corazón y el tuyo, fueron huraños.
Te fuiste y mi amor quedó estupefacto.
Añoraba cabalgar el coraje del centauro,
anhelando copular tu vulva desvalida.
Derrotado por los dioses quedó mi sexo,
mi alma sometida, mis muslos quietos.
Sé que profesé sórdidos agravios
contra las apetencias de tus desvaríos.
Como sé que tú luchaste contra los míos
Descalza servidumbre de los orgullos,
enfrentaron mis desenfrenos con los tuyos.
Es tiempo de renovar el eco de la sangre
que en un advenimiento de lunas
mi humildad y tu humildad se unan,
sin agua milagrosa, ni señales.