En los labios del amanecer
Apagaron sus pestañas los luceros
Y despertó la neblina.
En sus recuerdos de ayer
Asomaban los “te quiero”
De su adorada “madrina”.
Le sangraba el pensamiento.
Eran grises sus congojas.
Su oído estaba tan atento
Que oía resbalar las hojas
De su otoño de tormentos.
Sus ojos color de mar
mostraban su ruda soledad.
Que en sus entrañas grabó
una lenta lágrima de mujer
que, por senderos de luna,
partió
para no volver.