Con alma vieja de olivo,
como un toro ausente y triste
acostumbrado a la brisa
de playas donde naciste.
Tú vives hoy los rigores
de montes que el viento embiste,
recordando las palabras
que junto a la higuera oíste
decir a tu pobre abuelo
cuando del pueblo saliste:
“Si elegancia de caballo
en tu aventura pusiste
y trabajas, como hormiga,
guardando grano que viste,
podrás tú llegar a viejo y
rico en amigos sentirte”.
Mas la vida fue muy otra,
que la soberbia embargaba
creyéndote el rey del mundo
a cada paso que dabas.
Rodeado de caracolas
tus apetencias saciabas,
pusiste la mejor casa,
pero no te conformabas.
Tuviste buenos trabajos
y a todos menospreciabas,
familia, casa, trabajo...
¡nada de eso te bastaba!.
Gastabas diez cada día
cuando, en realidad, ganabas
para vivir, sólo cinco,
todo lo demás lo hurtabas.
Y perdiste a los amigos,
a los vicios te entregabas,
ni respetaste familia...
Solo a ti mismo gustabas
entregándole tu cuerpo
a toda la que pasaba.
Tú eras el rey del mambo
lo demás no te importaba.
Pero llegaron los días
que la vida a ti te dio
las cuentas que ya debías.
¡La realidad te rompió!.
¡Con tanto conocimiento
como siempre se te dio
y qué poco aprovechaste...!
¡No tienes perdón de Dios!
Solo tu padre y tu madre
pueden perdonarte ya.
Si te sigues engañando
nunca feliz tú serás.
Afronta ya tus pesares
y procura no engañar
a los demás ni a ti mismo,
si lo haces tú vivirás
más cercano de los tuyos
pudiendo recuperar...
o, al menos, que cuando el tiempo
pase como ha de pasar
puedan tus hijas mirarte
sin la cara avergonzá.
Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.