(Si existe el Infierno, seguro que es así.)
Y por si fuera poco, la luz del horizonte, estaba llena de sucias calaveras en las que resonaban los latidos del hambre.
Cautiva en letargos de hojalata, en las entrañas de las almas, la desidia.
Donde los ardientes matorrales, orugas de tinieblas eran huecos al acecho, robando las memorias.
Escorzo de memoria era la distancia entre el óxido y las grupas sudorosas.
Bajo el sombrío terror de muerte. el sabor de la sangre regurgita con los vahos enfermizos entre los dientes.
Quebrando, el estertor final, una llovizna de ojos ciegos forman las atávicas espumas que brotaron de cuencos calcinados.
El lenguaje de mordisco y uñas es mosto corrosivo que la primavera habló a su celo de perfil desnudo. Y el jadeo desnudo de su instinto nutría fatídicos calostros. Multiplicando cópulas salvajes que aún destilan pecado sobre la ardiente piel.
Ocultas por mentiras camufladas, la insolencia agobiada de ocasos polvorientos, entre las sendas. Su mundo es esta arena degradada, transmutada en crisálidas sin rostro, que desprende un acre aroma a impunidad, a heladas herrumbres y excrementos.
De cada náusea, el chasquido es posible escuchar como látigos agudos.
Azuzando sus torpes acrobacias un demonio ve como desuellan hacia el abismo, hasta la latitud circular del fuego, las membranas resecas de una bruja.
Visión de cuellos delicados... ardiendo. Y un nuevo Holandés Errante entra en cólera insomne .
Como silencio, y sumergidas, uñas diabólicas rasgan lenguasque estremecen la urdimbre de la noche eterna.
Como sonidos, cenizas coaguladas se convierten en bramidos furiosos. Los emiten. alas negras de gaviotas yermas.
Los siniestros ojos, que observan el mascarón azul de las estrellas son quemados.
Los labios espectrales custodian el linaje de los días, vigilando que no falte la fatiga.
Cuando los sacrílegos despojos crezcan, florecerán las dalias amarillas bajo un cielo de esperas agrietadas y un enjambre de almas con trompas malolientes libará, en ellas, su dolor agónico.