Mis ojos, presurosa inquietud,
Otean el horizonte.
Mis oídos detectan el rumor.
Ritmo inaugural de agua y de viento.
Realizo un ruego incongruente e incrédulo,
A los soberbios dioses de la historia,
De cien divinidades resplandor.
Permanezco erguido
Con la estoica determinación de vivir con urgencia.
Intentando ser estrella alumbrando vigilias.
Mis palabras siempre van a mi interior.
Mi prioridad es el orden natural.
Vivo al compás...
De mis miedos, pero al compás.
Al compás de mi alma necesaria.
De espacio y tiempo. De cuerpos y caras.
Al firme propósito, de postergar la muerte, vivo.
Sé que cuando venga me dejará un rato de acción plena,
De posesión de la existencia.
Para tener hasta el último suspiro la lengua agitada como látigo
La espalda erecta y el puño cerrado.
Lanzando maldiciones de puro desafío a los opresores.
La noble fuerza dará el ansia impredecible
Para hacer firme mi obsesión,
Única virtud de los paupérrimos.
Contra el angustioso implorar de los cobardes.
Siempre la soberbia del débil
Perturbando la voz de los que dudan.