Maldicientes de la nada.

Reyes, de luces divinas,

unos minutos u horas

de primaveras huidas.

Intención de poca cosa,

dice el viejo que es el tiempo.

La inactividad ociosa

es su cloaca y lamento.

Es sonrisa de la envidia

de otros tiempos de belleza.

De su mal alegre vida,

su presente, es pura lengua.

Su mediodía es tragedia,

que no tiene sol radiante,

de soledad angustiosa,

temerosa y vacilante.

La inhabilitada sombra,

que le hace compañía,

es quien escucha el relato

de sus sueños de otros días.

De su corazón, la dicha,

huyó en las noches de amor
de aquella “perfecta vida”

que pasó a tiempo anterior.

 Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.

Daban vueltas los golfos al camino,

hermanos de la alta madrugada,

en las noches de bares y de amigos.

Discotecas con la puerta cerrada,

la calle, de sus presentes, estrecha.

Negros, raros pájaros de armas blancas

juntos por la suerte, vientos de cara.

Viaje al burdel, en estas dulces horas,

trabajo ajeno a vida rutinaria.

Academia de historias literarias,

camello figurón, por las mañanas

en tugurios de paso, el viejo verde,

ya se encuentra a menudo con la tranca.

Se esfumó su futuro de modelo y

de amante de la luna y cenas caras.

Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.

MICRORELATO: Flechazo.
Al principio, me fijé en la musicalidad de sus cosas. Hablaba grácil, ¡iba y venía con tal gracia!... Me  vi vivo, con un ansia desusada.

Volvía del norte, pero era del sur. Pensé en su bello acento ni de aquí, ni de allí. Fui llevando la conversación con todo el disimulo posible pero me delataban mis ojos. Empezaba a tener ojos de enamorado.

La oía sonriéndome, pero mi vista no se apartaba de los negros bucles sobre su frente. Mi cabeza daba vueltas por su piel. Era como una oscura plaza soleada. Vi la magia de su sonrisa. De modo inconsciente mostraba sus perfectos dientes. Empecé a imaginar en su pelo cantarinas flores blancas, de jazmín. Mi imaginación estaba alada, ¡era tan dulce su voz!...

Su cuerpo, esbelto como una caña silvestre, era justo de peso, oscuro, fino y joven. Sus movimientos mostraban la dulzura de su alma. Me había enamorado a primera vista.

 Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.

Volví con  frente de nieve

destejiendo las palabras.

Maravillosa estuviste

y peligroso yo estaba.

Y en las muchas suaves tardes

tú tejías nuestro amor

esperándome tú estabas

y ajeno mi corazón.

Cielo en tardes silenciosas

abrías tú por los dos.

Y fue la luz de tu brisa

la que vi con tal primor

que cerrabas mis desdichas

con una vida mejor.

Volví esperándote entonces...

¡¡y para mí amaneció!!.

Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.

Con el vientre de “muy sabios”,

que es vientre de juventud

(a los cincuenta y siete años),

el paso acelerado, (de juventud)

y en los ojos clara utopía

(de acero, pero utopía),

el periódico en las manos

y una alegría, de urgencia,

en la puerta de la disco,

estaba mi buen amigo

haciendo acto de presencia..

“Son demasiadas mujeres

las que por aquí desfilan

y al final, no me decido”

Exclamaba sorprendido

si alguien le preguntaba

si con hembra alguna estaba,

y  así quedaba  tranquilo.

Dicen que guiñó a una moza

de esas de papel de seda

la cual se acercó curiosa

por ver si “era de pega”.

Viendo que era de verdad

miró, al cara de carcamal,

y hablándole en inglés

vino a decirle la nena

¿qué estudias guapo, electrones?

¡Soy de Física Moderna!

Y desbordado mi amigo,

fue a contestar, más o menos

Uí, madan, ¡con pandehigo!

Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.