Durante todo el año 1975, tuve la “suerte” de vivir el desierto del Sahara Occidental, lo que debiera ser la tierra de la República Árabe Democrática Saharauí. Dedico este poema al noble pueblo del Sahara Occidental y a cuantos tuvimos la oportunidad de conocer, de primera mano su hospitalidad.
Sólo os dejaron los eriales yermos.
Os robaron las tierras y los cielos.
Dejaron penas, fruto de insolidarias
actitudes de los gobiernos de España.
La bandera libre de vuestra patria,
quiero ver ondear en la Yemaa.
Y muy cerca del Aaiun, junto a tu Sahia,
en noble jaima de charla placentera,
quiero tomar un té con hierbabuena.
El noble pueblo saharaui añoro.
Las arenas impregnaron mi alma.
Llevo el Siroco clavado en las entrañas.
Llevo en mi alma tatuados sus deseos...
Pero decidieron intereses bastardos,
del vil imperialista americano.
Con la más triste tinta se escribió la historia.
Dimos la espalda... a nuestros hermanos.
Y fuísteis expulsados al exilio.
Se paró el reloj de vuestro tiempo.
Pero aún hay Esperanza, no todo es vano.