Sedientos, desnudos de ninfas,
Los puertos de destino de bohemios.
Misteriosos, con piel de remota canela.
Trasladando plácida atadura,
Raudo placer en la noche de aventura.
Constelada, venturosa, fría,
Con la luna de luz bajo sus brazos.
Para corregir el fuego de unas colinas
Que se incineran vivas en sus huellas.
Aprendiendo en el cuaderno
De calor, de caricias...,
Embriagante de los claroscuros del alma.
Hasta la alborada,
En que retrató nacientes huesos.