31 octubre 2012
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El nombre, en el presente
de mis horas, no encuentro.
Cada cosa tenía un único paso
que otrora enredé en la sombra de mi cuerpo.
Al calor de la mañana, de ciegos porqués,
Anhelante y temeroso, de tus noches,
los abismos vacíos busqué.
Repentinos acantilados de franela
con el pulso a cien.
Florecieron versos de vida y de fe
cuando con mis dedos yo los escalé.