En la ardiente crueldad de las torturas,
Mi alma exhausta, macilenta y derribada.
Reclamando una tregua a los enigmas.
De sus brebajes paladeo la copa acidulada.
Las penas sollozantes salmodian
Con dramáticas liturgias a mi pecho mancillado.
Orilla del viento, tú, sombra esbozando mis penas,
Espinas absolutas, en mi cuerpo fatigado.
Ritual de mi ternura fue mecerte antaño.
Quedó, en mi regazo, inocencia herida yaciendo.
Tus manos de ágiles vaivenes tejían caricias
Y me vi capturado en las redes de los sueños.
Enjambres de ráfagas azules, desajustaban mi paz.
El eco de mi sangre retuvo la palidez de tu silencio.
Creí morir, mi corazón fueron cardos encendidos…
Mas me acostumbré a perder tan dulce cautiverio.