Amoratada el agua de las vendas.
Las que antes fueron
de algodón. blancas llamas,
llenas de sangre y tierra.
El odio dejó mudo al amor.
Un silencio de puertas inmensas
por las que no entraban
ni los pechos ni los besos.
Abiertos innumerables vientres
de tensas virginidades,
vientres que, a ciegas,
se enfrentaron a pasiones de espumas
de tinieblas negras,
Los salivazos eran grandes muros
que hacían ecos
de maldades y sus retumbos.
Para las madres, muerto el mundo.
.Autor: Pedro Jesús Cortés Zafra.