A mi esposa que, cuando atravesé malos momentos, supo curarme con su amor.
Depresión psiquiátrica,
de los sueños el gran inquisidor.
Tus caricias anunciándose
a redobles de tambor
Mi cuerpo, frío páramo,
con marcas terrenales de dolor.
Royéndome el alma,
mis brazos resignados
no tienen destino,
soy un perturbado...
Cruz sobre mi piel,
tus ojos me traspasan
arrancan flores frescas...
en la tristeza clavé mi lanza.
Ante estos perros cardos,
me quisiste esclava
con suspiros callados.
Y me morí de sed
de no mirarnos.
En mi alma, traje de buceo
fueron tus labios.
Sobre tus latidos
en pendientes sucesivas,
subió, mi alma,
andando cuesta arriba.
Lamí los desiertos
de mi amargura,
Tu cariño me dió
estabilidad pura.