Al abrazar yo su cuerpo
sentí la gloria más pura,
noté sobre mí sus pechos
y su risa que es dulzura.
Su risa, porque ella sabe
que me entran calenturas,
tan solo, al estar tan cerca
de su frescor y hermosura.
A miel me saben sus besos
y huele, el aire, a amargura;
ya que sabe mis anhelos.
Mi alma quiere ser suya
y yo tenerla no puedo.
Nunca abandona sus dudas.
Es que no, que sí; que no...
y mi viejo corazón,
siempre, se acelera al verla
y se inunda de ilusión.
Deshoja la margarita
y aclárate ya, mi amor;
que está mi alma que grita
desbordada de pasión.
Pedro Jesús Cortés Zafra.