¡Ay! ¡cómo te echo de menos!
Niña de la blanca luna.
Pues desde que no nos vemos,
vivo tan triste amargura
que no se me quita el miedo
a que vuelva la cordura
y tú no me quieras luego.
Sé que este amor es locura,
que no conseguí... ¡ni un beso!,
pues tú eres la flor más pura
que nació en el Universo...
Mas este amor y ternura
que sabes te estoy teniendo,
prendado por tu hermosura,
no se merece un desprecio.
Pues en las horas más duras
en las que mi alma sufriendo
te entregó mi luz de luna,
sé que no andabas mintiendo
y que un poquito, entre dudas,
también me estabas queriendo.
Pedro Jesús Cortés Zafra